viernes, 27 de marzo de 2015

Capítulo 3

Chris tenía un aspecto horrible. Nunca había sido muy atractivo, pero los rastros dejados por una cabalgada nocturna, el tiempo que llevaba sin dormir y el miedo que transmitía claramente su mirada, no le favorecían para nada. De hecho, saltaba a la vista que necesitaba un buen baño y un afeitado.

Sanders medía alrededor de un metro setenta, era ancho de espaldas, cabello castaño y un rostro anodino en el que sólo destacaba el color acerado de sus ojos grises. Sin embargo, la situación en que se encontraba había apagado el fulgor de esos ojos.

Empezar la conversación con un “¿cómo te encuentras?” parecía un poco absurdo, así que directamente le pregunté si necesitaba algo. 

Un café bien cargado y algo para lavarme no me vendrían nada mal, gracias.

Walsh envió al joven Moss a conseguir ambas cosas y, ya solos, le indiqué:

- Antes que nada tenemos que buscarte un buen abogado.

- Quiero que me defiendas tú- contestó.

- ¿Yo?, no soy abogado.

- Estudiaste leyes.

Sí -contesté-. Hace diez años, y desde entonces me he dedicado sólo a inscribir títulos de propiedad de tierras en el el registro. No he celebrado un juicio en mi vida. 

Chris insistió tercamente en que quería que fuera yo quien le defendiera. Intenté convencerle de que era un error, que cualquier abogado medianamente ambicioso del territorio estaría encantado de hacerse un nombre defendiendo un caso como el suyo.

Precisamente -comentó Sanders-, esos picapleitos estarían más preocupados de conseguir prestigio profesional que de defender mi inocencia. Sólo tú te centrarás en conseguir librarme de la horca.

En eso tenía razón, tuve que reconocer. Pero poner su vida en mis manos era un riesgo que me costaba asumir. Al final, Chris insistió tanto que finalmente acepté a regañadientes asumir su defensa en el inminente juicio.

¡Estupendo! -exclamó, dándose un golpe con la mano en la rodilla-. ¿Por dónde empezamos?.

Eso mismo me pregunto yo, pensé, mientras veía como Joe Moss entraba en la cárcel con las viandas y los útiles de limpieza que habíamos solicitado. “Mira”, le dije, “tómate el desayuno y lávate; mientras tanto yo iré a la oficina de registro a ponerme al día. No me llevará más de una hora y cuando acabe volveré y decidiremos nuestros próximos pasos”.

- De acuerdo -masculló Chris ya con la boca llena de uno de los bollos de mantequilla de Helga Shanahan-. Si algo voy a tener en los próximos días es tiempo.


                                       *          *          *          *          *          *         *

- A mi modo de ver tenemos que centrarnos en dos líneas de investigación -señalé a Chris una vez de vuelta en la cárcel-. O bien demostramos que ya habías salido de la ciudad cuando Johnson fue asesinado y que, por tanto, no pudiste ser tú quien lo mató, o bien encontramos a la persona o personas que realmente asesinaron a Mike y así demostramos tu inocencia.

Chris asintió enérgicamente. Había puesto su vida en mis manos y desde ese momento confiaba ciegamente en todo lo que yo le dijera.

- Pienso -continué- que tenemos que repartirnos las tareas. Necesito que tú te centres en recordar todos y cada uno de tus movimientos desde que entraste en el Ruby Saloon hasta que Walsh te detuvo. Todos los detalles que recuerdes: sitios por los que pasaste, cosas que hiciste, personas a las que viste o que te vieron y cuándo...; en definitiva, cualquier hecho, por nimio que parezca, puede resultar vital para demostrar tu inocencia. 

- De acuerdo -asintió Chris-. ¿Y tú que harás?.

- Centrarme en los movimientos de Johnson para tratar de descubrir quién pudo asesinarle.

- Empieza por los jugadores de la partida- me sugirió.

- El problema -contesté- es que ellos no perdieron dinero con Mike esa noche. Sólo lo hiciste tú. Ninguno de ellos tenía un motivo para matarlo.

Chris pareció encogerse como consecuencia del hundimiento de sus hombros que mis palabras provocaron en él. Sin embargo, un segundo después sus hombros se expandieron nuevamente y sus ojos grises recuperaron el brillo perdido al mirarme fijamente, mientras decía:

- Que ninguno tuviera un motivo para cargárselo a causa de esa partida no significa que no hubiese otras razones por las que lo hiciera.

- ¿A qué te refieres?.

- Vamos, Johnny, llevas por aquí suficiente tiempo para saber que ni Johnson ni ninguno de los otros era un santo. Todos llevan años recorriendo el país y sus caminos pueden haberse cruzado en multitud de ocasiones. Quizás alguno tenía una cuenta pendiente con Mike desde hace tiempo y decidió cobrarla esa noche.

Su razonamiento no carecía de justificación, pero a mi entender había una fallo en el mismo y así se lo hice ver.

- ¿Y por qué esa noche y no cualquier otro día?. Todos ellos se habrán cruzado con Johnson en muchas oportunidades y han tenido ocasión de sobra de vengar viejos agravios. 

- No tantas si lo piensas bien -contestó-. Todos andan yendo y viniendo por el territorio y estoy seguro que no han coincidido con Mike en demasiadas ocasiones aquí en Tascosa.

- Aún así -objeté-, ¿por qué esperar a este concreto (e inoportuno para ti) momento para llevar a cabo su supuesta venganza?.

Al escucharme Chris volvió a golpearse con la mano en la rodilla, esta vez tan fuerte que temí que se hubiese hecho daño.

- ¡Eso es! -exclamó-, yo soy la clave. Supón que tienes una vieja afrenta con Johnson pero que no te atreves a saldarla sin más por miedo a resultar sospechoso y acabar en la horca. Supón -continuó cortando con un gesto de la mano mi protesta-, supón que una noche juegas una partida de poker en la que está Johnson y otro de los jugadores pierde mucho dinero contra Mike. Es muy posible que cualquiera de los otros jugadores de la partida viese llegada la oportunidad de saldar su deuda con Johnson sabiendo que yo sería el principal sospechoso. Hay que investigar las vidas de todos ellos y ver si tenían otros motivos para matarle -concluyó en tono decidido-.
“Fantástico”, pensé, “no sólo la vida de mi mejor amigo depende de mí, sino que ahora tengo que investigar la biografía de cuatro indeseables, uno de ellos muerto”. Era un buen modo de empezar el día.

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